Así es la siesta perfecta según la ciencia

¿Cuánto debe durar una siesta para que sea beneficiosa para la salud? ¿Engorda dormir la siesta? ¿Es mejor echársela en el sillón o en la cama?

Aunque en muchas ocasiones la siesta se identifica como una costumbre 100 % española, lo cierto es que en nuestro país no se duerme tanto como parece. En 2008, la Fundación de Educación para la Salud del Hospital Clínico San Carlos de Madrid se propuso saber, entre otras cosas, qué porcentaje de españoles dormía la siesta. Se preguntó telefónicamente a 3.026 españoles mayores de edad acerca de sus hábitos de sueño y resultó que casi el 60 % nunca se echaba la siesta y solo un 16 % de los encuestados la dormía todos los días, sobre todo los mayores de 35 años.

La siesta perfecta no dura más de 30 minutos.iStock

Donde la siesta es casi una religión es en Japón, país en la que se le conoce con el nombre de inemuri o “pausa de descanso”. Los trabajadores echan la siesta en el trabajo, algo que no nos debe extrañar ya que allí las jornadas laborales son bastante más largas que las 8 horas occidentales y la media está en 13 horas de trabajo al día. En el país del sol naciente los empresarios fomentan la siesta porque creen que favorece la productividad.

¿Cómo es la siesta perfecta?

Un nuevo estudio realizado por investigadores de la Universidad de Murcia y publicado en la revista Obesity parece tener las claves de la siesta perfecta: tiempo, lugar y cómo evitar que nos suba la tensión o nos haga engordar.

De la investigación, en la cual han participado 3275 adultos, sobre todo de la región murciana, que estaban incluidos en el estudio Obesity, Nutrigenetics, TIming, and MEditerranean (ONTIME), se ha extraído la conclusión de que las personas que duermen siestas de más 30 minutos tienen mayor IMC (índice de masa corporal), más perímetro de la cintura, la glucosa en ayunas más alta y también la presión arterial sistólica y la diastólica. Además, presentan mayor prevalencia de síndrome metabólico. Todo esto sucedió cuando se les comparó con el grupo de participantes que no dormía siesta.

El síndrome metabólico es un conjunto de factores que aumentan el riesgo de sufrir enfermedad cardiaca, diabetes y otros problemas de salud. Cuando alguien presenta un mínimo de tres de estos factores, se considera que sufre síndrome metabólico.

Volviendo al estudio, en el caso de las personas que se echaban siestas cortas, es decir, aquellas cuya duración era igual o menor de 30 minutos, lo que se vio fue que tenían menos probabilidad de tener una presión arterial sistólica alta en comparación con los que no dormían la siesta.

Los investigadores también encontraron que determinados hábitos como la hora a la que nos vamos a la cama, si fumamos o no o lo copioso que es el almuerzo se asociaban con las siestas de mayor duración y con las alteraciones metabólicas. Así, fumar un mayor número de cigarrillos al día se asociaba con siestas más largas y con un mayor índice de masa corporal. También comer más en almuerzo y cenar e irse más tarde a dormir. En cuanto al lugar donde es mejor dormir una siesta, los investigadores han concluido que es preferible elegir el sillón o el sofá a la cama. La razón es que se ha visto una mayor asociación de las siestas en la cama con las siestas largas y una presión arterial más elevada.

Del total de participantes resultó que el 35 % echaba la siesta habitualmente, unas cuatro veces a la semana de media, una cifra que, según apuntan los investigadores, es similar a la de otros países de Europa, América o Asia.

“Hasta donde sabemos, este es el primer estudio que explora si diferentes factores del estilo de vida o rasgos de la siesta median en la asociación entre siestas largas y obesidad. Nuestros datos sugieren que un mayor número de cigarrillos fumados al día, un horario más tardío de los comportamientos (comidas más tardías y sueño más tardío), y una mayor ingesta de energía en el almuerzo (la comida que precede a la siesta), median en esta asociación”, afirman los investigadores.

Los investigadores creen que las alteraciones en el sistema circadiano pueden estar implicadas en la conexión entre las siestas largas y la obesidad. Un ejemplo de alteración sería el cambio en los ritmos diarios del cortisol (la principal hormona del estrés), que puede provocar resistencia a la insulina, obesidad y síndrome metabólico. El CAR es la respuesta del cortisol al despertar y se ha demostrado que aumenta tras dormir siestas largas, produciendo un cortisol vespertino elevado. “Además, el aumento del CAR tras la siesta puede ayudar a explicar por qué el 42 % de la población actual tenía hambre al despertar de la siesta, dado el papel del cortisol en la motivación de la ingesta de alimentos”, escriben los investigadores en el estudio.

Los resultados de este estudio coinciden con los obtenidos en estudios previos que han demostrado que las siestas cortas no se asocian con enfermedades cardiovasculares, al contrario que las más largas, de más de una hora. También se ha visto que las siestas cortas de 30 minutos o menos protegen del riesgo cardiovascular.

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