Considerada uno de los recintos culturales más importantes del país, la Cineteca Nacional abrió sus puertas en 1974
Aunque abrió sus puertas hace 50 años, la historia de la Cineteca Nacional como institución que se encarga del cuidado y la difusión del legado cinematográfico se remonta décadas atrás.
Considerada una de las instituciones culturales más importantes del país, la Cineteca Nacional se ha convertido en un espacio de referencia no solo para los estudiosos del Séptimo Arte, sino para quienes quieren acercarse a él desde una visión distinta.
Cada año, más de un millón de personas acuden a las salas de este recinto, cuyas cafeterías y prados son uno de los paseos favoritos de las personas que quieren pasar un momento tranquilo, fuera del ajetreo de la ciudad.
Una pionera histórica
La historia de la conservación del cine en México nació fruto de la pasión de una reconocida actriz y periodista mexicana, quien protagonizó una popular película de principios del siglo pasado y sentó las bases de las colecciones cinematográficas en el país.
Su nombre era Elena Sánchez Valenzuela quien, tras protagonizar “Santa” en 1918 y a petición de su padre, dejó el cine para dedicarse al periodismo en distintos medios mexicanos, los cuales le permitieron trasladarse en 1929 a París, donde frecuentó la filmoteca del cine club local, una de las primeras instituciones fundadas para la preservación de los documentos fílmicos.
En 1936, comisionada por el entonces presidente Lázaro Cárdenas, forma parte de las “Brigadas Cinematográficas”, las cuales se encargan de recopilar imágenes de la vida cotidiana en distintas entidades de la República.
Con la llegada al poder de Manuel Ávila Camacho, esta comisión se transforma en la Filmoteca Nacional, con Sánchez Valenzuela al frente. Una de sus funciones específicas era la de resguardar y catalogar la memoria fílmica del país.
Durante los cinco años que estuvo al frente de la Filmoteca Nacional, entre 1942 y 1947, Sánchez Valenzuela logró acuñar una importante colección, la cual incluía documentos como cintas en las que se puede apreciar al general Felipe Ángeles, uno de los primeros rollos animados de Walt Disney exhibidos en el país y la misma “Santa”, de 1918.
En 1947, la Filmoteca Nacional pasa a manos de la Universidad Nacional Autónoma de México y, años más tarde, sentará las bases de la Cineteca Nacional.
De la UNAM al gobierno federal
Los años siguientes fueron importantes para la consolidación del acervo cinematográfico nacional. En 1949 se promulgó la primera Ley de la Industria Cinematográfica y en 1952 se estableció una norma que imponía a los exhibidores a donar una copia de sus películas para la Filmoteca Nacional.
El primer espacio de la UNAM dedicado al resguardo, investigación y exhibición del acervo cinematográfico, la Filmoteca, nació el 8 de julio de 1960. Ese mismo año se crea el Cineclub Fellini, precursor de las salas universitarias.
Un año después inicia sus funciones la Sala Lumiere en Casa del Lago, donde se exhibían ciclos de cine infantil. Durante los años siguientes, el acervo cinematográfico universitario crece gracias a las donaciones de productores.
Las primeras exhibiciones se realizaban en los auditorios de las facultades, permitiendo el acercamiento de la comunidad estudiantil al Séptimo Arte. Durante los principios de los 70, se fortaleció el intercambio de cintas con otras cinematecas del mundo. En 1974, gracias a una nueva ley de impulso al cine, nace la Cineteca Nacional.
De Churubusco a Coyoacán
El 17 de enero de 1974 abrió sus puertas, formalmente, la Cineteca Nacional, con parte del acervo generado por varias décadas desde la Filmoteca Nacional y después por la Universidad Nacional Autónoma de México.
Su primera sede estuvo al interior de un foro en los Estudios Churubusco, donde poseía dos salas de exhibición y una bodega, misma que se incendió en 1982, cuando algunas de las cintas que se resguardaban, hechas con material altamente flamable, comenzaron a arder.
Ese mismo año se construyó un nuevo recinto, ubicado en la Plaza de los Compositores cercana al pueblo de Xoco, al sur de la Ciudad de México. Desde entonces y hasta la fecha es su sede más conocida.
Hacia 2012 se proyectó una remodelación total del recinto, lo que provocó su cierre temporal por varios meses, en los que la exhibición de sus ciclos se llevó a sedes alternas, como el Cine Teresa del Centro Histórico.