Una mirada a la tradición paisajística de México y Japón en los siglos 19 y 20 guía la propuesta de la nueva exposición temporal del Museo Kaluz
Debido a numerosas circunstancias históricas, Japón y México no tuvieron un intercambio constante durante muchos siglos. Sin embargo, una nueva exposición revela ciertas similitudes en las preocupaciones estéticas de ambas naciones.
Mediante la exposición “Casi oro, casi ámbar, casi luz. Bienvenida del paisaje mexicano al paisaje japonés”, el Museo Kaluz ofrece una oportunidad única para observar cómo los pintores de ambas naciones emplearon el paisajismo como un vehículo independiente para consolidar su propia identidad.
“Cuando se respetan las diferencias y dentro de lo diferente se encuentran similitudes, te provoca una sensación muy particular, muy especial y amplía tu propio horizonte, confirma muchas cosas.
“Esos vasos comunicantes de pronto los puedes establecer con tu propia cultura y con otros países. Es muy interesante que en ellos se trabaja también la identidad nacional, si bien es a partir del siglo 14, a diferencia de nosotros que es hasta el siglo 19, hay una reconfirmación por parte de Japón, de su identidad nacional a partir de que también se asume como un Estado moderno, casi a la misma época que México también lo hace”, explica Luis Rius, historiador y curador de la sección mexicana de la exposición.
La muestra está compuesta por cerca de 100 obras, muchas de ellas provenientes del acervo personal del coleccionista Terry Welch, considerado el más importante en su tipo existente en América Latina y que se exhibe por primera vez en México.
“Cuando tuvimos la buena noticia de que la colección de Terry Welch podía ser expuesta en el Museo Kaluz, Amaury García Rodríguez, el curador de la parte japonesa, y yo, curador de la parte mexicana, empezamos a buscar temas y fue decantándose solita la idea de hacer esta presentación, porque nos preocupaba mucho que se entendieran muy bien las diferencias de la pintura japonesa con la pintura mexicana occidental.
“Nuestra mirada occidental está muy acostumbrada a inventarse al otro, nos alimentamos del otro: de los polinesios, de los africanos, de las Islas del Sur, de lo mesoamericano, del ukiyo-e japonés, nos hemos alimentado de todo ello imponiendo nuestros prejuicios, lo que realmente nosotros queremos que sea”, argumenta Rius.
Un paseo por la belleza natural de Japón y México
La exposición cuenta con cinco núcleos, en los que se exploran las similitudes en el desarrollo del arte pictórico y paisajístico de ambas naciones, el crecimiento del concepto de lo nacional e incluso la institucionalización, a través de escuelas y talleres, de un estilo plenamente reconocible en ambas latitudes.
“Yo espero que el visitante empiece y siga el recorrido, que se vaya con una gran sorpresa, sorprender a la gente, sacarle alguna exclamación, eso para mí es muy importante en una exposición artística.
“Ya que se cumple este primer requisito, eso permite otros pasos, que sería invitar a una reflexión. Toda comparación, cuando no se hace para demostrar quién o qué es mejor que lo otro, invita a pensar a la gente desde los temas inmediatos que proponemos en la curaduría y, más allá de eso, pensar en otros asuntos que amplíen nuestro horizonte vital cotidiano”, concluye Rius.
La exposición “Casi oro, casi ámbar, casi luz. Bienvenida del paisaje mexicano al paisaje japonés” ya está disponible en el Museo Kaluz, ubicado en Avenida Hidalgo 85, Centro Histórico. El recinto está abierto de miércoles a lunes, de 10:00 a 18:00 horas y el costo de acceso es de 60 pesos salvo los miércoles, cuando la entrada es gratuita.