La Casa Real de Liechtenstein se alista para uno de los eventos más esperados de la próxima década: la boda de la princesa María Carolina, segunda hija de los príncipes herederos Alois y Sophie.
Foto: RETRATO OFICIAL DE LA CASA REAL DE LICHTENSTEIN
En el verano de 2025, la joven princesa unirá su destino con Leopoldo Maduro Vollmer, un venezolano con raíces profundas en el continente latinoamericano. Este enlace no solo marca un hito en la vida personal de la familia real, sino que también refuerza los lazos históricos y culturales de la Casa de Liechtenstein con América Latina.
A pesar de su tamaño modesto —160 kilómetros cuadrados y menos de 40,000 habitantes—, el Principado de Liechtenstein se distingue por su gran riqueza, estimada en más de 4,000 millones de euros. La fortuna familiar proviene de una combinación de tierras heredadas desde tiempos de las Cruzadas, su vasto patrimonio artístico y una exitosa incursión en el sector bancario a través del LGT Group, fundado por el príncipe Hans Adam II. Esta fortuna se gestiona con extrema discreción, una característica que ha sido parte fundamental de la monarquía desde sus inicios, allá por el siglo XII.
La familia Liechtenstein ha mantenido una tradición de privacidad y discreción, alejada de la exposición pública que caracteriza a otras monarquías europeas. La reciente muerte del príncipe Constantino, o la enfermedad de la princesa Sophie, son ejemplos de cómo los eventos familiares se manejan de manera reservada. Este mismo enfoque se refleja en la gestión política del principado, donde el príncipe Hans Adam II, a pesar de sus amplios poderes, delegó las funciones diarias en su hijo, el príncipe Alois, mientras que la figura del heredero Joseph Wenzel se prepara para asumir el liderazgo en el futuro.
La boda de María Carolina, sin embargo, es una ocasión que rompe con el silencio habitual de la familia, al ser un reflejo del dinamismo y la evolución de la Casa Real. Este enlace con Leopoldo Maduro Vollmer no solo representa un vínculo personal, sino también una reafirmación de la conexión de Liechtenstein con América Latina, una región que ha sido clave en la historia reciente de la monarquía, tanto a través de viajes como de matrimonios que fortalecen esos lazos culturales y diplomáticos. Con esta unión, la familia real no solo celebra una boda, sino también una nueva etapa en su legado y su relación con el mundo.