El ser humano tiende a asociar los túneles con el tránsito hacia lo desconocido.

Cuando bajamos al prosaico mundo de las infraestructuras, esta concepción tan trascendente no solo se mantiene, sino que adquiere un impacto económico, energético, medioambiental y, por supuesto, sobre la seguridad, de proporciones descomunales.
Entrar en un túnel significa entrar en la más absoluta oscuridad, por lo que su iluminación es un reto de primera magnitud que el conductor ni siquiera imagina cuando se aproxima a esas bocas iluminadas que nos adentran en las profundidades de las montañas.
Inyectar luz del sol en los túneles es una propuesta audaz, y está en marcha. Al hablar de infraestructuras del transporte como carreteras, puentes o túneles, partimos de una premisa: sus usuarios no pueden perder la vida por una percepción visual deficiente.
El enorme impacto del alumbrado de túneles sobre la seguridad y la sostenibilidad nos lleva a buscar soluciones de las que poco a poco empezamos a beneficiarnos y cuyas perspectivas son realmente prometedoras.
Investigadores de la Universidad de Granada y de la Universidad de Sevilla han diseñado un modelo novedoso para inyectar la luz solar en los túneles de las carreteras.