«Es un delito ser mujer y tener talento», sentenció la pintora que vio frustrada su carrera por el ego de los muralistas
Sin duda alguna la frase que María Izquierdo expresó cuando vio frustrada su carrera como pintora habla mucho de lo que vivían las mujeres artistas en las décadas de los años 30 y 40, pues sin importar la maestría con la ejecutaba su obra se le cerraron las puertas cuando propuso pintar un mural en la actual sede del Gobierno de la Ciudad de México. Los egos de los tres grandes muralistas no le permitieron brillar, ante lo que expresó: «es un delito ser mujer y tener talento«.
Parecería que la frase recobra eco en este 2024, cuando nos enteramos que algunas obras expuestas en el Museo Internacional del Barroco están en duda sobre su autoría, pues expertos en arte como la exdirectora del Museo de Diego Rivera Anahuacalli, Hilda Trujillo, expresa que al menos 20 de las 45 obras que se presentan actualmente en ese recinto poblano son falsas, entre ellas algunas de María Izquierdo.
Esto ha desatado una gran polémica, ya que la directora del museo poblano asegura que tiene certificados que comprueban la autoría de los cuadros que exponen. Sin embargo deberá ser el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL) el que entre al quite para determinar la autenticidad de las obras.
María Izquierdo, la pintora que vivió a la sobra de Diego Rivera y Frida Kahlo
Aunque al principio de su carrera fue apoyada por el más reconocido de los muralistas, es decir Diego Rivera, pues ingresó a la Academia de San Carlos en 1928 cuando él era el director, en el momento clave de su carrera decidió darle la espalda, y le retiraron en apoyo para realizar un mural en antiguo Palacio del Ayuntamiento.
En 1945 Izquierdo había firmado un contrato con Javier Rojo Gómez, entones jefe de departamento del Distrito Federal, pero sin mayor explicación rompió el trato y le explicó a la autora de «Viernes de Dolores » que no podría pintar en ese espacio, Izquierdo se enfrentó a la traición de quienes consideraba sus colegas y fue entonces cuando expresó la contundente frase: «es un delito ser mujer y tener talento»,
«He pintado siempre, por una verdadera necesidad de hacerlo, contra todos los obstáculos y por encima de todas las injusticias que la vida y la sociedad han impuesto en mi camino, no obstante he pintado mucho», decía María Izquierdo la pintora mexicana quien a lo largo de su vida se vio opacada por la sombra de los tres grandes muralistas, Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros.
Le robaron el derecho de pasar a la historia como muralista
María Cenobia Izquierdo Gutiérrez ya tenía los bocetos del mural que la haría pasar a la historia como la primera mujer en plasmar un fresco en un edificio gubernamental, se llamaría «El progreso de México» según relataron periodistas de la época y ella se sumaría a la lista de artistas que elogiarían al gobierno en su obra, contrario a lo que hacía Manuel Rodríguez Lozano.
El boceto contemplaba dividir al presente y pasado, tenían como símbolos fundadores a un indígena para la antigüedad prehispánica y a un hombre que porta una carabina y manipula una máquina, la fusión de un obrero y un revolucionario, para el México del siglo XX, además de que mostraba una sociedad marcada por sus avances tecnológicos y en la cual la mujer desempeña un papel principal.
Pero ese sueño se quedó solo en eso y jamás pudo verse concretado, ella aseguró que todo se trató de una conspiración organizada por Diego Rivera y los otros dos grandes muralistas quienes en una reunión secreta convencieron a Rojo Gómez de quitarle esos muros para mantener su monopolio en el mundo artístico, hay que recordar que en 1947 se creó la Comisión de la Pintura Mural y ellos asumieron el papel de jueces decidiendo quien sí y quien no podían plasmar su arte en muros.
La traición de Diego Rivera se dio a pesar que cuando era alumna de la Academia Nacional de Bellas Artes en una exposición de alumnos declaró que los tres cuadros firmados por María Izquierdo eran “lo único de valor” de la muestra. Después de eso ella realizó su primera exposición en solitario en la Galería de Arte Moderno en 1929.
La escritora Dina Comisarenco escribe en su libro «Eclipse de siete lunas. Mujeres muralistas en México», que los muralistas concluyeron que María Izquierdo “estaba poco ejercitada en la práctica del fresco, por lo que era preferible cambiarla a algún otro edificio de menos importancia”, es decir en un mercado o escuela, donde debían pintar las mujeres, así fue como relegaron a una de las artistas mexicanas más importantes de un país al que aún le falta mucho para llegar a la igualdad de género y romper el techo de cristal.