En los últimos dos días, decenas de miles de personas han estado buscando rastros de sus seres queridos que desaparecieron hace años, incluso décadas, en la secreta y extensa prisión de Saydnaya, al norte de Damasco.
Conocida como «el matadero», esta prisión ha sido el escenario de numerosos horrores durante el régimen de Bashar al Assad.
La esperanza de encontrar a sus seres queridos dio paso a la desesperación cuando las puertas de hierro de la prisión fueron abiertas. Familias y amigos, con mazos, palas y taladros, perforaron agujeros en los suelos y paredes, buscando mazmorras secretas o siguiendo sonidos que creían haber oído desde el subsuelo. Sin embargo, no encontraron nada.
Los insurgentes liberaron a docenas de personas de la prisión militar de Saydnaya cuando Damasco cayó el domingo. Desde entonces, no se ha encontrado a casi nadie. «¿Dónde está todo el mundo? ¿Dónde están los hijos de todos? ¿Dónde están?» preguntó Ghada Assad, rompiendo a llorar. Ella había corrido desde su casa en Damasco hasta la prisión, esperando encontrar a su hermano, detenido en 2011 durante las protestas contra el gobierno de Assad.
