Omán, el sorprendente destino del Golfo Pérsico que debes conocer antes de que sea demasiado tarde

Es el país de Simbad el Marino, del incienso -estamos ante el mayor productor del planeta-, de dátiles de 100 tipos y del perfume más caro del mundo. También esconde uno de los desiertos más vírgenes, playas de aguas turquesas que ni se ven en el Caribe, desfiladeros al estilo del Gran Cañón del Colorado y dagas voladoras solo aptas para desempuñarlas en caso de afrenta mortal. Así es Omán, el sultanato del Golfo Pérsico del tamaño de Italia donde viven 4,6 millones de habitantes (el país alpino roza los 60) considerado, todavía hoy, uno de los grandes desconocidos de la zona.

Insistimos: todavía. Porque a poco que se descubran las bondades de este estado en el extremo más oriental de la Península Arábiga, la cosa cambiará. Lo dice el diario The New York Times, que lo describe como «el secreto mejor guardado de Oriente Medio a punto de dejar de serlo». Y lo confirmamos nosotros. Porque, ¿en cuántos destinos del mundo uno puede bucear en aguas cristalinas, despertarse en un hotel-palacio, escalar cañones de vértigo y disfrutar de uno de los amaneceres más bellos desde una jaima? Playa, montaña y desierto en uno de los enclaves de la mítica Ruta de la Seda. Todo en uno. Su curiosa (y variadísima) orografía hace que el país cuente incluso con una de las vueltas ciclistas más interesantes del circuito internacional.

Es lo que vende Omán, aparte de autenticidad y un turismo a fuego lento alejado de las masas y de la ostentación de sus vecinos árabes subidos al carro de los petrodólares. El sultanato también los tiene (el gas natural y el petróleo suponen el 65% de los ingresos públicos y el 90% de las exportaciones), pero prefiere lucirlos de forma mesurada. Para empezar, no se pueden levantar edificios de más de seis plantas o 100 metros de altura. Tampoco puede ser cada uno de su padre y de su madre. Por eso, el diseño con raíces en los asentamientos del desierto y los tonos claros que ahuyentan al sol son constantes.

LA SUIZA DE ORIENTE MEDIO

Nada que ver con las construcciones faraónicas de Dubai, con el que comparte península, pasado nómada, ceremonias como la del té y dátiles para aburrir. Pero poco más… Aun así, es el primer lugar con el que se compara al sultanato. «Queremos descubrir en persona cómo es Omán porque nos preguntan mucho si es del estilo de Dubai«, comenta Ana Gil, española especializada en el diseño de viajes a medida de ruta por el sultanato. «Es un destino ideal para lunas de miel porque tiene hoteles de lujo, playas bonitas, relax, aventura, historia…», añade.

Es un resumen de lo que encontrará el viajero que se asome a este inexplorado rincón considerado la Suiza de Oriente Medio por ser una extraña isla de estabilidad y neutralidad en la región. Hay que añadir curiosos récords como el de ser uno de los países más limpios y seguros. Especialmente en la capital, Mascate, una tranquila ciudad de 1,3 millones de habitantes con una agradable Corniche para pasear, una Ópera a imagen y semejanza de la de París y un zoco cubierto que hace las delicias de los amantes de las artesanías y el regateo. Falta otro de sus edificios emblemáticos: la Gran Mezquita, con su lámpara de araña de cristales de Swarovski de 8,5 toneladas y la alfombra persa más grande del mundo (4.000 metros cuadrados mide).

También cuenta con algunos de los hoteles de lujo más espectaculares de Oriente Medio como The Chedi Hotel, un refugio de influencia tradicional árabe e india, o Al Bustan Palace, un palacio de las mil y una noches. Ambos se sitúan a pie de playa, esa playa de arena blanca y aguas turquesas que caracteriza la costa del país, con 3.165 kilómetros

UNA NOCHE EN EL DESIERTO

Ponemos rumbo a uno de los desiertos más vírgenes del planeta. Hay que remarcar que el 80% del territorio omaní es eso, desierto, lo que no quita para que, en el paisaje, se cuelen auténticos oasis, con sus palmerales y sus lagunas azules. Es el caso del de Wadi Bani Khali, uno de los más idílicos, repleto de piscinas naturales donde no sólo es posible darse un baño entre cañones de película, sino también recibir una sesión de pedicura gratuita por parte de los peces que habitan sus aguas.

Fuente:Elmundoes

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